Santiago García y Abel Gallego empezaron a trabajar de niños en un taller para crear Inoxnalón hace 25 años: ahora exportan a todo el globo.
Todo empezó en un pequeño taller de calderería en el barrio de La Pomar, en La Felguera, talleres Vega. Allí entró a trabajar Santiago García. Tenía 14 años y le gustaba aquello del hierro, de moldear, soldar, crear. Cuando entró allí sabía que aquello era lo suyo, que dedicaría su vida al hierro. Al mismo tiempo conoció a Abel Gallego. Los dos son langreanos y ahí siguen, en su tierra, pero no en un taller pequeño sino en una empresa con 30 empleados y que trabaja para clientes de todo el mundo, Inoxnalón.
Santiago García aparece por una de las naves de la empresa en la ciudad tecnológica de Valnalón y saluda. Es hombre de pocas palabras, “lo mío ye trabayar”, sentencia antes de desaparecer. Así fundó la empresa hace 25 años y así sigue, trabajando el metal.
Aquellos guajes, Santiago y Abel, son ahora empresarios, pero lo son a la viaja usanza, de los que se manchan las manos a diario, de los que están en el taller, no en la oficina, para eso se han rodeado de un grupo de personas que ya forman parte de la familia. En realidad, la familia es mucho mayor. Víctor García es hijo de Santiago y responsable de compras y de ofertas a los clientes, y cree que “tanto nosotros como nuestro proveedores o nuestros clientes buscamos lo mismo, así que en el fondo somos todos una gran familia en la que lo importante es colaborar todos con todos”. Víctor recuerda como cuando era un crío ya andaba trasteando por el taller, “siempre me gustó el hierro”, reconoce. No le iba demasiado lo de estudiar porque era igual que su padre. Empezó a trabajar con 18 años. Su padre le enseño todo lo que pudo, “pero también me tuvo unos años que al salir de trabajar tenía que ir a clases particulares de interpretación de planos”. Así que con los años aprendió a entender todas esas líneas, ángulos y anotaciones que hay en los papeles.Y lo tiene claro, “es un idioma universal, yo le enseño un plano a un chino y lo entiende igual que yo, no necesitamos hablar”.
Que Víctor García ponga China como ejemplo no es ninguna casualidad. Allí está uno de los trabajos que más satisfacción ha dado a la empresa. En La Felguera se construyó una máquina para una fábrica cervecera china. El ingenio permite cargar y descargar de manera automática los palés de barriles de cerveza de los camiones. “Todo se hizo aquí, ellos solo vinieron a poner el cableado”, apunta Daniel Martínez, responsable de control de producción en fábrica, ante una foto de la enorme maquina.
Martínez es otro ejemplo de cómo funciona la empresa. Llegó hace seis años para hacer prácticas de administrativo. Allí sigue. “Entró siendo un chaval y ahora va a ser padre”, bromea Rosa Roces, gerente adjunta de Inoxnalón.
Piezas para los finger de los aeropuertos o una gran máquina para una empresa cervecera china
A Martínez le gusta ver las piezas terminadas, el trabajo final. “Aquí nos llegan los planos, lo descomponemos todo, hacemos las diferentes piezas y luego se vuelve a montar, aunque en ocasiones hacemos piezas que no sabemos ni dónde van a ir colocadas”, explica. Así que está especialmente satisfecho de esa máquina que hicieron para la cervecera China. También muestra orgulloso unos motores situados al fondo de una de las naves de la empresa, los han hecho de principio a fin y servirán para poner en marcha cintas transportadoras de aeropuertos de todo el mundo. Ese es uno de sus grandes nichos de mercado, los aeropuertos. Inoxnalón trabaja para Thyssenkrupp fabricando piezas para los finger de los aviones. Esos trabajos acaban a miles de kilómetros de distancia.
Son capaces de hacer de todo, con acero al carbón, acero inoxidable y aluminio. Una ampliación de la empresa en 2018 fue clave para aumentar la producción ya que al adquirir un solar anexo a sus instalaciones pudieron diversificar su trabajo sin que el acero al carbón contaminase el acero inoxidable. Rosa Roces apunta otra pieza de la que se sienten especialmente orgullosos, “un flap enorme para un catamarán”, un elemento indispensable para dar estabilidad a la embarcación.
Pero si de algo está orgullosa Roces y el resto de sus compañeros es de cosas más sencillas, de seguir en Langreo, donde nació la empresa, o del compromiso de la compañía con la responsabilidad social corporativa.
Roces defiende que la empresa está instalada “ en un lugar privilegiado, en las Cuencas mineras, una zona de gran tradición y cultura industrial que coincide con nuestros intereses y objetivos, y con nuestro arraigo al territorio”. Son de Langreo y seguirán siéndolo. Desde allí fabrican “componentes de complejas infraestructuras metálicas para empresas líderes del sector industrial que compiten en los mercados internacionales más exigentes del mundo”. En ese punto entran de nuevo en la conversación Víctor.
García y Daniel Martínez: reconocen que “a veces nos tiramos a la piscina”, lo que se puede traducir en que les gustan los retos. Uno de ellos, recuerdan, fue la fabricación de un enorme silo de 14 metros de diámetro y más de 20 metros de altura. “Dentro entraba una excavadora”, ejemplifica Víctor. Aquel silo lo fabricaron por piezas, lo montaron, lo desmontaron y lo enviaron a Finlandia, su destino final. “Es lo que nos gusta, hacer cosas que vayan de lo pequeño a lo más grande”, dice Víctor García. Entre lo pequeño, relativamente, están los mecanismos que construyeron para unas fuentes ornamentales en Doha, la capital de Catar. En el catálogo de grandes estructuras estarían las piezas para los hangares del aeropuerto militar de Torrejón de Ardoz, “tenían que guardar unos helicópteros nuevos o algo así”, recuerda García.
A la empresa le es complicado encontrar empleados a los que formar en calderería industrial
Les apasiona su trabajo y seguán haciéndolo en Langreo, y eso sí, necesitan gente. Rosa Roces explica que les resulta francamente difícil encontrar personal. Ellos están dispuestos a formar a los trabajadores pero ni así. Mantienen contactos con centros educativos y muchos de los estudiantes en prácticas que llegan a la empresa siguen después trabajando.Y el último aspecto, el menos fabril pero no el menos importante, esa responsabilidad social corporativa de la que habla Roces. Inoxnalón ha puesto en marcha el programa “Hagamos compromiso” con el que pretenden compensar la huella de carbono que genera toda su actividad industrial. En colaboración con el centro de apoyo a la integración de Pando, en Langreo, hicieron una plantación de árboles. Lo volverán a hacer próximamente con la fundación Fraternidad, de Tapia de Casariego.
Inoxnalón quiere construir estructuras metálicas, pero también un futuro mejor para el planeta.
Fuente: La Nueva España